Llevo demasiado tiempo portando conmigo una mascara que siempre a ocultado mis verdaderos sentimientos. Ya casi no distingo cuando la llevo y cuando no. Por esa razón, quiero quitármela, tirarla al suelo y romperla en mil pedazos, para que nunca más pueda ponérmela otra vez.
Se acabo el reír cuando tenía que llorar, se acabo el perdonar cuando no debería ni olvidar. Se acabo el callarme lo que siento cuando tendría que decirlo a viva voz. Se acabo el vivir una mentira.
Puede que con mi verdadero rostro, parte de mis allegados se separen de mí, pues puede que lo que vean no sea de su agrado. Pero se que por mucho que he intentado ocultar mi rostro a los que me rodean, alguien ha conseguido llegar a verme tal y como soy.
Puede que ya nadie me vuelva a dirigir la palabra, o siquiera la mirada, pero en lo más profundo de mi ser, sigo pensando que nací solo para morir solo. Que nunca he tenido un verdadero amigo al que contarle mis secretos inconfesables. Una mujer a quien darle mi amor. Y un hombro sobre el que llorar cuando más lo he necesitado. Pero si ese el precio que tengo que pagar por ser yo mismo... sigo creyendo que es un precio pequeño.
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