jueves, 16 de mayo de 2019

¡Te odio!

Creo que todo ocurrió hace 14 años. No recuerdo como empezó, seguramente alguna tontería, pero ese día no nos cortamos con nada. Empezamos a decir y hacer de todo... Una parte de mi sabia que iba acabar mal, pero no podíamos parar.
Y fue cuando esas palabras que nunca debí decir, que nunca pensé y que siempre me arrepentí de decir fue el peor momento de mi vida...

La discusión subía el tono a cada minuto que pasaba. Las palabras cada vez hacían más daño, herían como cuchillos y al final nos desgarramos el corazón...
Sigo intentando recordar como empezó, que fue lo que dijimos o simplemente como llegamos a esa situación, pero nunca consigo acordarme. Simplemente nos veo a ambos, uno enfrente del otro, gritando...

Pero hay algo que si recuerdo.
Recuerdo decir que le odiaba, que ojala nunca hubiera existido ni nunca le hubiera conocido.
También recuerdo que ese fue el fin de la discusión. Recuerdo sus ojos llenos de lagrimas. Recuerdo como dejo de moverse, de erguirse como nunca le vi, dar media vuelta, cerrar la puerta y no volver a verlo nunca más.
Tras un momento de duda, salí corriendo detrás. Abrí la puerta y grite su nombre, pero lo único que me respondió fue el silencio en aquel oscuro portal.
Baje las escaleras corriendo tan rápido como mis piernas me dejaron, pero no pude alcanzarle. Al salir a la calle vi que estaba desierta, no había nadie a quien poder preguntar, nadie que le hubiera visto.
Me recorrí las calles en su búsqueda, ya no me importaba la discusión, lo que me había dicho o lo que le dije yo, solo quería encontrale, pedirle perdón y volver a casa los 2... Pero fracase, por mucho que buscase y gritase, nunca le encontré.

Volví a casa, pedí en el trabajo varios días libres, vacaciones, cambios de turnos y muchos favores para poder estar en el momento en que decidiera volver. Poder verlo, abrazarlo y pedirle perdón una y otra vez por aquellas palabras.
Pasaron días, semanas e incluso meses sin que volviera a verle. Llamaba a su móvil, pero siempre contestaba el buzón de voz. Llame a su familia, amigos y compañeros, pero todos me decían lo mismo “no lo hemos visto, hace tiempo que no viene por aquí”.
Pregunte en comisarias y hospitales, pero volvía a recibir la misma respuesta. Es como si hubiera desaparecido del planeta.

Deje de trabajar, de relacionarme con la gente, de salir de casa, de comer y por ende, mi salud se vio afectada...
Caí en coma.
Fue casi un milagro que siga viva, pues cuando me encontraron estaba a punto de morir, de darme por vencida.
Ahora duermo en un hospital, como a través de un tubo y casi no puedo ni moverme. Deje de contar los compañeros de habitación que tenia, eran demasiados para llevar la cuenta.
Mis amigos vinieron a verme los primeros meses y mi familia los primeros años.
Ahora estoy sola... Con el tiempo me dieron una habitación solo para mi, pues las personas que estaban a mi lado decían que gritaba en sueños, lloraba y que incluso intentaba levantarme de la cama.
Pero no puedo culparlos, a mi también de daría miedo tener alguien así al lado.

Los médicos no saben que me pasa realmente, pues dicen que nunca habían visto algo parecido. Mis músculos, huesos y órganos se van consumiendo más rápido de lo normal. Me dijeron que es como si hubiera envejecido 40 años en unos pocos meses. Ha venido gente de todas partes del mundo para intentar detectar que es lo que me pasa, darle una solución o incluso un nombre, pero nunca consiguieron nada.
Me intentaron entrevistar, pero mi estado no pasaba por el mejor momento y me fue casi imposible hablar. Lo prorrogaron un par de veces, pero al final desistieron en hacerlo...

Y ahora, sabiendo que mi momento esta cerca, quiero dejarte escrito todo lo que me paso, pues, al despertarme, he visto esa rosa sobre mi cama, sobre mi y he sabido que has sido tú quien me la ha dejado mientras dormía, pues supongo que no querrías hablar conmigo después de todo lo que paso.
Aunque, como dije al principio, me arrepiento de todo lo dicho, no se de quien fue la culpa de aquella discusión, ni lo quiero saber. Solo se que aquellas palabras que nunca debí pronunciar y te alejaron de mi han estado atormentándome toda la vida.

Quiero que sepas, que nunca he dejado de buscarte, ni de pensar en ti, pues te ame desde el momento en que te vi, durante todo el tiempo que pasamos juntos y te seguiré amando allá donde la muerte me lleve.
La rosa que me has dejado es preciosa y me gustaría llevarla conmigo a la otra vida. La agarrare tan fuerte como mis frágiles manos me dejen cuando de mi último aliento y, con su ayuda, me quedare eternamente pensando en ti...