lunes, 13 de septiembre de 2021

El observador (Escrito por Evanora)


 
Me siento en un banco que hay encima de la parada de metro de Moncloa. Llevo todo el día caminando, dando vueltas sin un destino fijo. Me siento en la esquina donde por un lado veo los coches pasar y la gente corriendo hacia el metro.

Debajo de mi, en la entrada del metro hay una mujer que le esta gritando al teléfono. Por el tono tiene pinta que está discutiendo con la persona que está al otro lado del teléfono. Todo el mundo se está enterando de la conversación. No entiendo porque cuando nos enfadamos gritamos más, como si eso hiciera que nos escuchara mejor. Pero todos sabemos que nos escuchan igual que cuando gritamos e incluso diría que nos escuchan mejor cuando no gritamos ya que solemos decir las cosas más claras y tranquilas.

Otra mujer que parece embarazada está sentada en el banco mirando la puerta del metro. Parece que está esperando a alguien. ¿Será su marido, su amante, su hermano o hermana?

A lo lejos, veo a una pareja de tercera edad que están paseando y van agarrados de la mano. Van charlando y riendo, seguro que recordando cosas bonitas que han vivido.

Por otro lado veo a una pareja joven que no para de besarse. Pareciese que se están comiendo el uno al otro. Sus manos no paran de recorrer el cuerpo del otro y están tan pegados que no debe correr ni pizca de aire entre ellos. Es como si intentasen fundirse el uno con el otro hasta ser sola una persona.

¡Ay! qué bonito es el amor y que pena que no dure para siempre.

También veo a unos chavales haciendo el tonto. Están jugando y riéndose. De vez en cuando echan miradas indiscretas a la pareja y cuchichean entre ellos. Alguno seguro que tiene envidia del espectáculo que están viendo y les gustaría estar en el sitio del chico.

Me gusta este sitio. Desde este ángulo puedo observar sin ser observado.

No me mal interpretéis la gente me puede ver, no soy invisible, pero quien va a reparar en un hombre de 60 años que aparenta más edad de la que tiene, que parece que está cansado y lleva unas ropas un poco sucias y rotas.

Todo el mundo está pendiente de sus propias cosas que no presta atención a los demás. Seguro que si decidiera suicidarme en este mismo momento nadie prestaría la mayor atención a lo que iba a hacer ni intentarían hacer nada para impedirlo.

Nadie me echaría de menos. De eso estoy seguro. Indudablemente al día siguiente sería noticia en los periódicos y en las noticias. El titular de la noticia sería suicidio a las afueras del metro de Moncloa. En el contaría que un hombre se quitó la vida saltando a la carretera y con suerte ningún coche le atropello ó causo un accidente haciendo que un coche le atropellará. Pero al siguiente ya sería historia y nadie me recordaría ni me echaría de menos. La vida seguiría y aquí como si nada hubiese pasado.

Total una vida, una vida menos no cuenta ¿no?

Bueno supongo de quien sea esa persona. Seguro que si es un famoso o famosa mundialmente conocida sí que dejaría un poco conmocionada al mundo pero siendo una persona “normal y corriente” e incluso diría que pobre no le echaría en falta nadie.

Pienso en si hacerlo o no hacerlo.

Vuelvo a mirar a las personas que están a mí alrededor. Se respira tanta vida en este sitio. Si alguno no estuviera centrado en su vida y prestase más atención a su entorno se daría cuenta de todo lo que pasa, de las intenciones que tengo.

Me levanto, me subo al banco, estiro los brazos, cierro los ojos y cojo aire. Me preparo para hacerlo.
Estoy decidido a hacerlo. Es ahora o nunca. Solo son unos pasitos de nada y ya todo habrá acabado. No sentiré nada. Todo será rápido.

Escucho varias exclamaciones de terror. Oigo algún que otro susurro. Siento el tic-tac de algún reloj, notando como van pasando poco a poco los segundos.

Pero todo eso no me importa.

Vuelvo a respirar profundamente llenando mis pulmones de aire, siento el aire rozar mi mejilla como una leve caricia. Sonrío y lentamente voy abriendo los ojos. Me giro y marcho de allí sin mirar atrás. Siento alguna que otra mirada en mirada en mi espalda y escucho algún que otro cuchicheo. Pero nada de eso hace que me quite la sonrisa que tengo.